IMG_4326 El viernes pasado tuve la suerte de poder vivir la gran experiencia de acompañar a los actores de Rent el musical desde su llegada al Casino Aliança del Poblenou hasta el final de la función, para conocer cómo se vive una función desde dentro, porque un musical no empieza cuando sube el telón (o en este caso cuando aparece Mark Cohen sobre el escenario) sino horas antes y no solo existe la coreografía que podemos ver, sino también otra igual o más compleja entre bastidores.

Quedé a las 19:30 con Nil Bofill, que interpreta a Mark Cohen, y Víctor Arbelo, que interpreta a Roger, para asistir a la lottery, que, como hemos comentado ya alguna vez, consiste en el sorteo de entradas de platea para la función de esa noche a 20€ en la puerta del teatro. La verdad es que esas entradas son un chollazo, teniendo en cuenta que su precio habitual es mayor. El secreto de las lotteries es saber cuáles son las oportunidades de ganar: si vais a la lottery de Book of Mormon, Wicked o Hamilton un sábado por la noche os encontraréis con otras 300 personas buscando entradas, mientras que si vais a una matinal entre semana igual sólo sois 25 personas para 20 entradas dobles. En Rent, como son pioneros en cuanto a traer las lotteries a España, las probabilidades de ganar son del 99’9%.12822110_1681407195432713_1730108637_n
Tras la lottery entramos al teatro, donde ya bullía la actividad, ya que unos técnicos estaban cambiando unos focos y nos encontramos en el escenario a Xavi Navarro, que interpreta a Collins, junto a ellos.
Conforme se iban acercando las 20h, fue llegando el resto del elenco, reuniéndose en el escenario para el calentamiento vocal. Este calentamiento se hizo guiado por Jordi Taixés, adjunto de dirección musical, al piano y la mayoría aprovecharon también para hacer estiramientos, ya que se trata de un show muy físico. En el escenario se encontraba también Carol González, que además de swing es la dance captain, quien les estuvo dando a algunos de sus compañeros notas sobre detalles de la coreografía que tenían que pulir o vigilar, como que si algún actor está en un determinado momento demasiado atrás, debe tener cuidado para que quien esté bailando cerca no le abra la cabeza y cosas por el estilo.
Cuando acabó el calentamiento vocal, la mayoría de actores se dirigieron a sus diferentes camerinos para empezar a prepararse, aunque los había que ya iban maquillados, como era el caso de Albert Bolea, que interpreta a Angel y tiene que llegar una hora antes que el resto de sus compañeros para maquillarse. En ese momento llegaron también los miembros de la banda, que se pusieron a calentar un poco.
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A la que me di cuenta ya eran casi las 20:30 y quedaba poco más de media hora para la función. Un poco antes, 45 minutos antes de la función, había comenzado la VIP Experience, en la cual Nil y Víctor hacen un tour por el backstage a quienes hayan contratado la experiencia. Después, los VIPs pueden disfrutar de una bebida y unas palomitas en uno de los palcos hasta que comienza la función. ¡¡Totalmente recomendable‼
Mientras los actores se cambiaban, decidí explorar un poco por mi cuenta para situarme. En el sótano encontré el camerino del ensemble y lo que llaman la Green Room, provista de colchón hinchable y microondas para sobrellevar mejor los días de dobletes. El ensemble tiene el camerino conjunto ahí abajo porque son los que más cambios de vestuario tienen y necesitan disponer de todo de una forma más accesible, aunque algunos de los cambios rápidos, como pude comprobar más tarde, se hacen sin apenas espacio entre bastidores. En el territorio ensemble pude comprobar que están toooodos locos, bromeando constantemente e intentando sobornarme para salir bien parados aquí, escandalizarme o ambas a la vez xD. Uno de los mayores alborotadores era Oriol Burés, junto con Victor Gómez y Edgar Martínez, que ahí donde los ves con esa cara de formalitos y de no haber roto un plato, mal tampoco se lo pasan… ¡¡Lástima que no hubiera humo suficiente para esa “Ensemble Horror Experience” que me prometieron, me quedé con las ganas‼
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IMG_4333 copiaEl resto del reparto tiene los camerinos en el primer piso del teatro, subiendo unas escaleras bastante empinadas, en las que prácticamente todos me reconocieron haberse caído en un momento u otro. Arriba todos estaban todavía en proceso de vestirse, así que me quedé un rato en el camerino de Mireia Òrrit, que interpreta a Mimi, y Albert Boleacomentando los tintes de pelo, las pelucas y los efectos de maquillarse y desmaquillarse varias veces al día, sobretodo Albert, que dentro de cada función se tiene que maquillar y desmaquillar varias veces, en apenas unos minutos (y una de las veces, de forma bastante impresionante, sin apenas luz siquiera). Los dejé acabándose de vestir y bajé de nuevo a lo que sería mi posición durante el musical, al lado de la mesa de sonido. Ahí estaban Adrià Rico, el regidor, con Xavi, asegurándose de que Collins empezara con la gabardina como toca y Juan García, el jefe técnico, que es el encargado de colocarles los micros conforme se van terminando de vestir. Los micros, se los tienen que poner con mucho cuidado para que no se muevan o rocen porque cualquiera de esas cosas afectaría a la calidad del sonido.
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Otra de las cosas que se comprueban antes de la función son detalles como el tatuaje de Roger, que se va borrando con el tiempo y se tiene que reaplicar. Al parecer, es una tira de calcomanía de la que van cortando trozos, con lo que el motivo del tatuaje puede variar… pero no hubo manera de convencer a Víctor de que su Roger llevase un tatuaje de “Amor de madre”, sería curioso de ver a un Roger chungarra… o mejor no.. jajajaja.
Para poder quedarme en mi rinconcito, Víctor Arbelo me tuvo que dejar su jersey oscuro porque ¡fallo técnico! mi jersey era demasiado claro y se podría ver. Al menos, usamos casi la misma talla y su jersey era comodísimo, pero, por supuesto cayeron unas cuantas bromas como que ahora sacaban un rotulador y me pintaban toda de negro, etc.

Unos timbres avisan de que está a punto de empezar la función y todos deben ir a sus puestos. A las 21:00 los hombros del escenario se llenaron, de repente, de gente y a la señal del regidor Nil salió al escenario y…

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“Comencem la Nit de Nadal…”
Durante la función el movimiento entre bastidores es constante: suben escaleras, bajan escaleras y se cambian de ropa decenas de veces. Algunos más que otros, claro. También se solucionan fallos técnicos sobre la marcha, como micros que tienen algún tipo de problema, en cuestión de segundos y sin perder la cuenta para que quienes están sentados en sus butacas no se den ni cuenta de que ha pasado algo. Es curioso, la cantidad de cosas que pueden salir mal o complicarse durante una función sin que el espectador se de cuenta.
En mi rinconcito también estaba a menudo Núria Alsina, de sastrería, para ayudar a los actores en los cambios rápidos con el vestuario y darles los elementos de atrezzo que necesitasen, ya que la mesa del atrezzo era de ese tipo de caos organizado en el que parece que no haya ningún orden pero todos saben dónde están las cosas.
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Una de las cosas más impresionantes para alguien “ajeno al mundillo” son los cambios rápidos, cuando en cuestión de no más de 30 segundos son capaces de cambiarse hasta los calcetines para pasar de indigente a antidisturbios o a personal sanitario. Si chicos como Edgar o Iban Valero llegan tarde cuando quedan, desde luego no pueden poner la excusa de que tenían que arreglarse, visto lo visto. Y eso también va por las chicas, porque no debe ser nada fácil cambiarse de ropa, incluidas botas de tacón o pelucas, recogiéndose su pelo, en unos 50 cm2 y con sólo la luz de una pequeña linterna que se tiene que distribuir entre los que se están cambiando en ese momento.
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Los hay que tienen más suerte e igual pueden esperar hasta volver entrar en escena sin tanta presión de cambios de ropa. En esos casos, también cada persona es un mundo: unos pasan esos segundos totalmente concentrados, repitiendo sus líneas o haciendo ejercicios preparándose para la escena, otros bailan y hacen playback de la escena que se esté desarrollando. Muchos se me acercaron en alguno de esos momentos más distendidos para hacer un poco el payaso juntos, porque otra cosa no, pero en este musical se nota que son una familia y hay un buen rollo tremendo. ¡Se lo pasan genial!

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En medio de ese subidón de buen rollo llegamos al entreacto, momento en el que muchos actores aprovechan para tomar algún snack. ¡Si es que ya me extrañaba a mi que esta gente aguantara, con lo que se mueven, ahí con el estómago vacío! Mientras se preparaban para el segundo acto, me invitaron a firmar la alfombra que recorre los camerinos y así pude dejar un pedacito de BwayInSpain tras de mi. Si alguna vez habéis pensado que durante el entreacto no daba tiempo a nada, la sensación se multiplica cuando estás backstage y en un suspiro volvíamos a estar todos abajo para el comienzo del segundo acto.IMG_4384 copia

Eso sí, da igual que te venga Queralt Albinyana “a lo Joanne” diciendo que la Maureen, esta novia suya, la va a matar a disgustos o que Oriol se te arrime diciéndote que saques a tu negra interior durante Take Me Or Leave Me, cuando toca ponerse serios, en cuestión de décimas de segundo están totalmente metidos en el papel, con la cara desencajada porque la escena se vuelve dura. Y es que no os estoy desvelando nada nuevo cuando os digo que las cosas se vuelven duras, porque como dice Albert Bolea: “¡Cuánto drama hay en el segundo acto!”. Porque hasta ahí entre cajas, que no estás tan metida en la historia como en una butaca de platea, te da impresión cuando, navaja en mano, un personaje se pregunta si perderá la dignidad, o en las escenas que Xavi Navarro y Albert Bolea comparten durante ese segundo acto, que te dejan con la piel de gallina.
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Así, a la que me fui a dar cuenta, ya habían pasado las casi 3 horas que dura el musical y estábamos en los números finales. Durante los saludos finales, hasta yo pude sentir el subidón de energía de ese momento: otra función había pasado, con tan solo un par de contratiempos menores, y el público no paraba de aplaudir.
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Una vez se despidieron del público los actores, y mientras unos se dirigían a cambiarse a sus camerinos, Nil y Víctor salían corriendo al hall del teatro para despedir a la gente, firmar programas y que se pudieran hacer fotos con ellos
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El público era unánime en sus felicitaciones y, como aquello pintaba que iría para largo, me volví a los camerinos a recoger mis bártulos (y devolver el jersey), sintiéndome tremendamente afortunada de haber podido vivir una experiencia así. Porque como dice la canción: Només tens avui*”.

*No hay más que hoy.
 
Marta RJ