Hace un par de semanas estuvimos en la capital para estrenar la temporada navideña y quitarnos la espinita de un musical del que no parábamos de oír maravillas pero habíamos podido comprobar todavía en persona: BILLY ELLIOT. Esta temporada es una de esas que viene totalmente cargada y hubiera sido difícil decidirnos por un espectáculo dada la variedad de no ser por un pequeño detalle: Billy no saldrá de Madrid. Con este espectáculo pasa como con El Rey León, ha sido necesaria una remodelación y unos cambios tan bestiales para adaptar el escenario al espectáculo que no es viable una gira, salvo que se hiciera una versión muy descafeinada de la escenografía que se puede disfrutar en Madrid.
Billy Elliot el musical, como sabéis está basado en la película del mismo nombre, protagonizada por Jamie Bell, sobre un niño que en un pueblo del norte de Inglaterra decide cambiar los guantes de boxeo por las zapatillas de ballet en plena huelga de los mineros por la decisión de la Primera Ministra, Margaret Thatcher, de cerrar las minas de carbón. La película, que periódicamente aparece en nuestras parrillas de televisión y que no falla para sacarnos una lagrimilla (o dos) cuando la vemos, se adaptó en formato musical con música de Elton John y libreto de Lee Hall, quien ya se había encargado del guión cinematográfica, y se estrenó en el Victoria Palace de Londres en 2005, donde se mantuvo en cartel hasta 2016. Durante todo este tiempo, no sólo recogió galardones sino que se exportó a Broadway y otros países, e incluso se llegó a grabar en directo, saliendo el dvd a la venta en 2014.
No habiendo visto la producción en directo, este dvd era nuestra referencia cuando llegamos al Nuevo Teatro Alcalá para la función. Como siempre, cuando tienes una referencia tan absolutamente maravillosa, el sentimiento que te envuelve es la aprehensión. ¿Se parecerá al de Londres?¿cuánto toleran los cambios en la adaptación al castellano de las canciones de Elton John?… y así una larga lista de preguntas. Reconozco que, no sé si a modo de tortura o para aumentar mi anticipación, volví a ver el dvd en el AVE de camino a Madrid la tarde antes de la función, con lo que ese día pisaba el teatro con los textos frescos en mi mente. Ya fue una buena señal ver la televisión gigante que presidía el escenario, parecía que, al menos, empezaría como el de Londres. Pues bien, todas mis dudas se fueron pulverizando conforme avanzaba la función. No sólo es probablemente la mejor adaptación al castellano que he visto de un espectáculo extranjero (siguiendo punto por punto hasta los chistes), sino que la impresionante escenografía supera con creces la de Londres. A todo esto debemos sumar un soberbio elenco, desde la abuela de Billy, interpretada por una fantástica Mamen García, al más pequeño del elenco, en nuestro caso un adorablísimo Diego Hoyas, pasando por Natalia Millán, Adrián Lastra y Carlos Hipólito (que ya sabíamos lo buenos que eran pero no por ello son menos dignos de mención). Me reservo para nombrar a parte a nuestros Billy y Michael (Óscar Pérez y Hugo González, quien se estrenaba en el papel) porque es increíble el nivel que desbordan, no en vano se han estado formando durante 2 años en la escuela de Víctor Ullate (Escaena). Sin embargo, no todo se aprende y al César lo que es del César, estos chiquillos merecieron la enorme ovación que se llevaron al terminar la función. Y así podría seguir con absolutamente todo el elenco uno por uno, brutales todos, pero es una lista muy larga y os mataría de aburrimiento.
Porque Billy Elliot es de esos espectáculos que a los dos minutos de comenzar ya te han puesto la piel de gallina y la mantienen así durante toda la función. Y si la película conseguía sacaros alguna lagrimilla, más os vale cargar con unos cuantos paquetes de Kleenex porque sé de alguien que comenzó a llorar al poco de comenzar el segundo acto y no pudo parar las cataratas hasta el final de la función. Aunque ese alguien hubiera pasado más vergüenza si no hubiera tenido a toda la gente sentada alrededor llorando casi al mismo nivel.
Sólo tengo una pega, en un espectáculo de este calibre, cuyas entradas de platea rozan los 80€, me parece una falta de respeto hacia los consumidores que hayan asientos desde los que no se ve todo el escenario sin que se avise en ningún sitio ni se les aplique una rebaja en el precio por visibilidad reducida. Una cosa es que yo como espectadora decida que estoy dispuesta a sacrificar no ver por completo el escenario a cambio de un precio más asequible, pero qué menos que darme una opción al respecto. Así que desde aquí os recomiendo que EVITÉIS LA PLATEA LATERAL PORQUE SON ASIENTOS DE VISIBILIDAD REDUCIDA A PRECIO DE VISIBILIDAD COMPLETA.
En resumen, aún con visibilidad reducida, Billy Elliot es uno de esos espectáculos mágicos, que hacen que 3 horas se conviertan en 3 segundos, que repetirías una y otra vez. Porque pocas cosas ponen la piel de gallina de placer, pero ésas son las que valen la pena en la vida.
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