En los 80, los bailes de Jennifer Beals en Flashdance enamoraron a toda una generación e hicieron de la película un clásico de la época y todo un referente para cualquier bailarín. Cuenta la inspiradora historia de Alex Owens, soldadora de día y bailarina de noche, que sueña con ir a la prestigiosa Shipley Dance Academy y convertirse en una bailarina profesional. En su época supuso un auténtico alegato feminista a la superación personal, de esos que hoy en día aun nos hacen tanta falta.

El musical basado en la película se estrenó en el West End Londinense en 2010 y desde entonces se ha representado por todo el mundo, llegando ahora por primera vez a los escenarios de España, dirigido por JC Storm. Ayer tuvimos la suerte de poder asistir a la «premier VIP» del espectáculo en el Teatre Tívoli de Barcelona, rodeadas de algunas caras conocidas (quizá menos de las que esperábamos), y os lo contamos todo.

A diferencia de otros musicales que nos conocemos al dedillo, Flashdance no lo teníamos muy controlado y lo que no esperábamos es que la producción combinara los conocidos temas de la banda sonora de la peli (Maniac, Gloria, What a Feeling…) con canciones originales (de Robbie Roth y Robert Cary). No somos mucho de musicales «Jukebox» pero en este caso fuimos al teatro con la idea de pasar la noche sin dejar de bailar temazos de los 80, y tenemos que reconocer que las baladas y mediotiempos (algo cursis) nos supusieron un poco de bajón…

Del guión no esperábamos mucho más de lo que es, ya que la historia no da mucho de sí. Nos gustó mucho más todo lo relacionado con Alex Owens, su pasión por el baile y la superación de sus propios miedos, que la historia de amor con su jefe rico, cuyo comportamiento podía parecer romántico en los 80 pero ahora parece algo anticuado e innecesario. Además, es una lástima que los personajes secundarios queden tan relegados a ya no un segundo plano, sino por lo menos un quinto, con sus historias sólo esbozadas por encima. Una historia con personajes secundarios bien desarrollados gana resonancia y ayuda a que el público pueda empatizar mejor con lo que se está viviendo sobre el escenario. Lo dicho, una pena.

Lo que más destaca del musical, como era de esperar con una coreógrafa como Vicky Gómez, son los números de baile. Los momentos de danza clásica, de Jazz puro, de street dance o baile más urbano son menos y más breves de lo que esperábamos en un musical sobre baile (en comparación, por ejemplo, con Billy Elliot), pero brillan de forma incuestionable de la mano de unos bailarines y bailarinas que lo dan todo en el escenario, empezando por su increíble protagonista, Chanel Terrero (El Rey León, Mamma Mia, NINE…). Chanel lleva en esto de los musicales desde los 16 años y empezó a bailar con 3, por lo que la historia de Alex Owens le toca bien de cerca, y se nota. Transmite al público la pasión y energía con la que baila y hace que por unos instantes lo que más desees sea que la acepten en la Shipley Dance Academy. ¡Nos quedamos con ganas de haberla visto bailar más minutos durante la función!.

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El elenco lo completan Sam Gómez, Clara Alvarado, Alexandra Masangkay, Cecilia López, Nacho Vera, Miguel Ramiro, Olga Hueso (¡mención especial a su entrañable Hannah!), David Ávila, Yolanda García, Sergio Arce y Manu Martínez; muy bien acompañados de un cuerpo de baile formado por Javier Vachiano, María Reina, Víctor Ares, Raquel Caurín, Rafael Senén, Alba Rubira, Néstor Navarro, Irene Rubio, Naiomi Weiler y Lorena Rojas. En general destacan más por sus dotes dancísticas que vocales, pero no les falta ni una gota de fuerza y entrega.

La escenografía, a base de proyecciones y escaleras para jugar con los diferentes espacios, aún siendo sencilla permitía transformar el escenario en el club, la fábrica, el apartamento, etc. con bastante solvencia. No obstante, no sabemos si se trata de un problema relacionado con nuestra posición en el teatro, pero las proyecciones se veían bastante tenues, especialmente en el caso de la escuela de danza.

La respuesta del público, especialmente teniendo en cuenta que era el estreno, nos pareció bastante tibia, incluso algo sosa, no se respiraba esa emoción que vibra en el aire y suele acompañar a este tipo de eventos. Quizás no fuimos las únicas a quienes les costó un poco meterse en la historia. Se salvaron, no obstante, los minutos finales, cuando todo el elenco interpretó y bailó un medley de esos temazos ochenteros que todos conocíamos y esperábamos, consiguieron arrancar a más de uno de la butaca (incluidas nosotras). ¡Que vivan los bises!

Si sois apasionados del baile, nostálgicos de los 80 y, sobretodo, fans de la película (que somos muchos), tenéis una cita en el Teatre Tívoli.

Pd: Sí. La escena del agua sale. 😉

Paola Marín
Marta RJ