(Este post contiene SPOILERS si no habéis leído los libros o visto las películas de Harry Potter, así que leed bajo vuestra responsabilidad)

Hello, hello!

Espero que estéis disfrutando del veroño por ahí por España mientras yo desempolvo la ropa de invierno aquí en UK. Pero qué mejor plan para un frío y lluvioso día de invierno (aunque sea en septiembre) que un día en el teatro. Especialmente si eso significa ver Harry Potter And The Cursed Child partes 1 y 2 en el Palace Theatre de Londres.

Antes que nada, lo admito: soy frikifan de Harry Potter. Frikifan nivel: ir a una librería en Inglaterra a media noche el 21 de julio de 2007 para comprar el último libro de la saga. Frikifan nivel: tener una varita en casa. Ale, ya lo he dicho.

Para quienes seáis fans de Harry Potter sin llegar al frikismo, o simplemente no sepáis de qué estoy hablando os voy a poner en antecedentes. Hace unos años, J.K. Rowling, la autora de Harry Potter decidió continuar la saga de libros que la convirtió en la segunda mujer más rica de Reino Unido (detrás de la reina), pero lo hizo de una forma diferente: llevándolo al teatro. Así nació Harry Potter and the Cursed Child (El Legado Maldito en español).

En cuanto a la historia, firmada por J.K. Rowling, Jack Thorne y John Tiffany, se retoma exactamente en el mismo punto que lo dejó HP & The Deathly Hallows (HP y Las Reliquias de la Muerte): En el andén 9¾ de la estación de King’s Cross de Londres, 19 años después de que Harry venciera a Lord Voldemort en la batalla de Hogwarts. Harry y Ginny acompañan a sus hijos a coger el tren el día que empieza el colegio su mediano, Albus Severus Potter. Pese a que el libro acaba con la frase «all was well» (todo estaba bien), no todo es tan maravilloso como parece y Harry se enfrenta a varios retos: su relación con Albus no acaba de funcionar de todo y parece que las fuerzas oscuras se están agitando de nuevo. No obstante, los verdaderos protagonistas de la obra no son Harry, Ron y Hermione, sino Albus y Scorpius, su mejor amigo, hijo de Draco Malfoy, el «enemigo» de Harry durante toda su etapa escolar.

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La obra aborda un par de temas especialmente interesantes. Por un lado, una de las bases de la historia es el papel de la amistad, cómo hay amistades que nos hacen más fuertes o nos convierten en mejores personas. Este tema es recurrente a lo largo de toda la saga de Harry Potter. Por otro, la obra introduce un concepto nuevo derivado de la maduración de los personajes. En este caso, nos encontramos con un Harry que no acaba de saber cómo relacionarse con su hijo adolescente (¿y quién sí? me preguntaréis), con sus inseguridades como adulto. Porque muchas veces damos por hecho cuando estamos creciendo que los adultos saben lo que hacen, para darnos cuenta más adelante de que ellos también estaban improvisando, intentando hacerlo lo mejor que sabían (o podían).

Además, en el caso de Harry Potter, hay que tener en cuenta que es un huérfano, que se tuvo que enfrentar a que alguien lo quisiera matar desde los 11 años, viviendo en una casa donde no le daban ningún tipo de cariño y cuya figura paterna más cercana le ocultó que desde pequeño estuviera destinado a sacrificarse para salvar el mundo. Normal, que el pobre se haya quedado con un poco de estrés post-traumático, ¿no creéis?

En cuanto al reparto, debo resaltar en primer lugar la juventud del mismo, siendo el debut profesional de varios miembros del elenco. Entre los actores principales, destaca especialmente Jonathan Case (Scorpius Malfoy) que igual aporta el toque cómico como desempeña algunas de las escenas de mayor carga emocional de forma impecable. Dominic Short interpreta a Albus Potter, complementando perfectamente el dúo protagonista, aunque quizás quede un poco eclipsado por la interpretación de Case. En cuanto a los personajes adultos, Thomas Aldridge, Michelle Gayle y Susie Trayling interpretan a Ron, Hermione y Ginny respectivamente, y de ellos sólo puedo decir que son tal y como te imaginas que serían los personajes cuando crecieran.4.-Harry-Potter-and-the-Cursed-Child-London-2019-20-photo-credit-Manuel-Harlan.-1140x912 Por último, Jamie Ballard es el encargado de ponerse las gafas y la cicatriz del rayo, quizás el papel más complicado de toda la obra por todo lo que conlleva y su peso en el subconsciente general. He de reconocer que al final de la segunda parte me quedé un poco indecisa al respecto de si me había gustado o no la interpretación de Ballard, que se me hacía ligeramente excesiva (infantiloide incluso) en los momentos de mayor carga emocional. Sin embargo, tras darle varias vueltas al asunto, he llegado a la conclusión de que esta interpretación podría ser resultado de las indicaciones del director ya que, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado el personaje en su juventud, resulta más real y más creíble que haya quedado alguna secuela emocional y determinadas circunstancias le afecten de una forma más intensa. O tal vez soy yo, que, como suele pasar con los libros, me formé una imagen mental de un Harry Potter muy distinto y estoy intentando convencerme a mi misma. No sé, quizás si alguno lo visteis con Jamie Parker, el Harry original, me encantaría conocer vuestra opinión al respecto.

En cuanto a la producción en sí, sólo puedo decir que visualmente es lo más bestia que he visto jamás sobre un escenario. No solamente se trata de los efectos visuales y los trucos de magia (a cargo de Jamie Harrison), sino que es el conjunto de iluminación (Neil Austin), sonido (Imogen Heap, Garret Fry), escenografía (Christine Jones) y coreografía (Steven Hoggett) lo que hace que realmente olvides por momentos que lo que estás viendo está sucediendo en directo. No quiero entrar más en detalle para no desvelar ninguna de las sorpresas de lo que es el punto más fuerte de esta obra, porque da igual que no seas un gran fan de Harry Potter, si de verdad amas el teatro, las barreras que se traspasan en esta obra la convierten en una visita imprescindible.

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Mencionar, por último, un detalle importante. Quizás, quienes leyerais el libro ya os plantearais que el texto parecía demasiado largo para ser una obra de teatro. Efectivamente, resulta que son DOS. Harry Potter and the Cursed Child consta de dos partes y es imprescindible ver las dos. De hecho, para que os hagáis una idea, al final de la primera parte ni siquiera salen los actores a saludar. Mi consejo es que compréis las dos funciones juntas (existe la opción en la página web), esto puede ser bien en días consecutivos o en el mismo día, de esa forma os aseguráis además encontraros al mismo reparto en las dos funciones, lo que le da continuidad a la historia y evitáis olvidar detalles o la sensación de haberos quedado a medias de si separarais las funciones. De hecho, mi consejo es que, si podéis, veáis las dos partes en el mismo día. No se hace pesado y entre ambas funciones queda un hueco de 2h30 suficiente para hacer una comida tardía y quizás un paseo y un café en el cercano Theatre Café.

En conclusión, Harry Potter And The Cursed Child es un #must ya estéis en Londres o NY. Viviréis una experiencia única y quedaréis con la boca abierta, pero eso sí, recordad que son dos partes, por lo que debéis disponer del tiempo suficiente para las dos.

Mishief managed!! ¡¡Travesura realizada!!       😉

M.