Dear Evan Hansen, today is going to be a good day and here’s why:
(Querido Evan Hansen, hoy va a ser un buen día y esta es la razón:)
Si sólo con oír esa frase se os escapa una sonrisa, sois de los míos y estáis de suerte: Dear Evan Hansen ha llegado a Londres. Si todavía no sabéis de lo que estoy hablando, no os preocupéis, pronto no se hablará de otra cosa en la capital del Támesis.
A modo de despedida, dos días antes de abandonar el país de Su Majestad, tuve la suerte de poder asistir a una de las funciones previas de Dear Evan Hansen y todavía me dura la piel de gallina.
Para los que no lo conozcáis, este musical estrenado en Broadway en 2016 fue la revolución en esa temporada, ganando 6 Tony Awards de los 9 a los que estaba nominado, incluido mejor banda sonora para Benj Pasek/Justin Paul y mejor actor principal para Ben Platt, y convirtiéndolos a todos ellos en los nombres de moda en el showbusiness desde entonces. El musical cuenta la historia de Evan Hansen, un adolescente con problemas de ansiedad social, sin demasiados amigos, enamorado de una chica que no sabe ni su nombre. Por consejo de su psicóloga, Evan debe escribirse cada día una carta a sí mismo diciendo por qué ése va a ser un buen día. La acción comienza cuando Connor, el matón del instituto y hermano de la chica que le gusta, se suicida llevando en el bolsillo una de las cartas que le ha robado a Evan, haciendo que todos se piensen que se trate de su carta de despedida. Evan, incapaz de confesarle a unos padres destrozados la verdad, decide fingir e inventa una historia alternativa. Un argumento complicado que gracias a la música de Pasek & Paul consigue llegar al corazón de cada espectador.
En cuanto al reparto, la historia la llevan entre 8 actores, de los cuales el personaje de Evan apenas sale de escena en toda la función. Un trabajazo, la verdad, por parte de todos los actores. En el caso de la producción londinense, igual que ha ocurrido con las demás que se están representando por el mundo, el grueso de los actores son completos desconocidos, recién salidos de diferentes escuelas de arte dramático sin un «nombre» que pese, sin miles de seguidores en redes sociales… puro talento. En el papel protagonista nos encontramos a Sam Tutty, con una actuación desgarradora (a la vez que vocalmente impecable) tiene el corazón del público en la mano desde el minuto uno para hacer con él lo que quiera. Sinceramente, creo que el personaje de Evan debe ser de los más complicados y agotadores que hay sobre los escenarios ahora mismo y el hecho de que lo interpreten generalmente recién llegados, no hace más que aumentar mi respeto y admiración. Dentro de este reparto de 10 en el que tendría que mencionar uno por uno a todos los actores, porque todos están soberbios, debo destacar a dos: Lucy Anderson, que interpreta a Zoe Murphy y tiene una de las voces más bonitas que he escuchado últimamente, y Rebecca McKinnis quien interpreta a la madre de Evan, una de las veteranas a quien se pudo ver recientemente como Margaret en Everybody’s Talking About Jamie, cuya interpretación de Good For You me dejó con un nudo en el estómago y la piel de gallina.
En estos tiempos de campañas para intentar desestigmatizar los problemas de salud mental, es importante la existencia de espectáculos como éste, donde aunque no sea el tema central es uno de los motores que impulsan la acción. El bullying, la ansiedad social, la depresión… conceptos que se mencionan poco para lo presentes que están en las aulas de cualquier instituto de cualquier país.
A todo esto hay que añadir que este es uno de esos musicales que tanto me gustan, que te hacen pensar: está claro que Evan actúa mal pero… ¿y si inicialmente lo hace por una buena causa? ¿y si sale algo bueno de esa mala acción? Se trata de un claro ejemplo de «el fin justifica los medios» versus «se está autojustificando pero son motivos egoístas», dicotomía que alcanza el clímax en las canciones «Good for you» y «Words fail».
Personalmente, he de reconocer que de la forma que está escrito el musical te facilita simpatizar con Evan lo suficiente desde el principio para poder perdonarlo fácilmente al final, pero eso ya depende de cada espectador.
En cualquier caso, es un musical de los que debería ir un paquete de Kleenex con cada entrada, hasta el punto de que la propia acomodadora nos reconoció de que después de 3 funciones, había dejado de maquillarse los ojos porque seguía llorando en cada función. Y doy fe.
Lloré y lloré mucho, pero no fui la única… de hecho, vosotros mismos lo podéis comprobar ya que en el entreacto tuve la suerte de encontrarme a Alex Lacamoire, responsable de los arreglos musicales no sólo de Dear Evan Hansen sino también de Hamilton (entre otros), y después de felicitarle por su maravilloso trabajo me hice la foto que podéis ver junto a estas líneas (en la que salgo con los ojos como dos pimientos de llorar). Por cierto, he de decir que Alex es simpatiquísimo e incluso se despidió de mí cuando acabó la función.
En resumen, si vais a Londres, id. ID, POR FAVOR. Lo que ocurre dentro del Noel Coward Theatre es algo mágico. Eso sí, como en muchos otros, es indispensable fluidez en el idioma o que conozcáis las canciones lo suficiente para poder seguir la historia.
M.
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