En estos tiempos convulsos, con una pandemia que condiciona nuestro día a día y medidas que varían entre diferentes autonomías, es de agradecer cualquier compañía que tenga la valentía de sacar una producción en gira. Dicho esto, como el arte no es como las croquetas que te gustan lleven lo que lleven dentro, os he de reconocer que Antoine no me gustó.
El musical firmado y dirigido por Ignasi Vidal (a quien conoceréis por haber interpretado a Javert en la producción española de Les Mis o Bestia en la última producción de La Bella y La Bestia) sigue la fascinante vida de Antoine de Saint-Exupéry, el autor de El Principito. La música la firma el grupo Elefantes, siendo su cantante Shuarma el encargado de dar vida al Principito. El elenco lo cierran Javier Navares como Saint-Exupéry, Beatriz Ros (Consuelo), Alberto Vázquez, Marta Emes, Paula Moncada y Víctor Massán, entre otros. Todos ellos correctos a nivel vocal e interpretativo. Otros puntos a favor cabe destacar la originalidad de la idea, el vestuario y la escenografía.
Os estaréis preguntando entonces cuál fue el problema. Pues bien, por un lado no puedo negar que llegaba al teatro totalmente condicionada por haber visto antes el musical El Petit Príncep, firmado por Àngel Llàcer y Manu Guix, que año tras año revienta las taquillas catalanas (y que nos dejó enamoradas como podéis leer aquí). Mientras que EPP es un musical infantil que pueden disfrutar por igual los adultos, nos dio la impresión que Antoine no acaba de encontrar su hueco ni su público diana.
Por otro lado, aunque el concepto es muy interesante, nos falló quizás la ejecución al realizar los paralelismos entre los acontecimientos de la vida de Saint-Exupéry y las escenas del Principito pecando (en nuestra opinión) de ser demasiado obvios, reforzando los mensajes importantes que debe llevarse el espectador proyectándolos sobre la escenografía, cual presentación de Powerpoint con su diapositiva de conclusiones. Quienes nos sigáis desde hace tiempo ya me habréis leído críticas similares en otras ocasiones y es que esa actitud paternalista de dictarle al espectador cuáles son los mensajes importantes de la obra siempre me ha parecido que menosprecia la capacidad intelectual del espectador para sacar sus propias conclusiones. No obstante, como digo, esto son manías personales de cada uno.
Finalmente, pese a que la música es pegadiza, es un poco repetitiva y sales con la sensación de haber escuchado solamente cuatro canciones que se han repetido a lo largo de dos horas y, sin embargo, instantáneamente olvidables. De nuevo, es la comparación con El Petit Príncep que nos tuvo con las canciones en la cabeza toda la semana la causante de que la música me dejara tirando a fría.
Con todo esto no se trata de un mal musical, es una apuesta valiente que puede ganarse el corazón de otros espectadores (especialmente los fans de la música de Elefantes) pero que nos recuerda que crear un musical original de la nada no es tan fácil como parece y que ir a la estela de otro musical no siempre es sinónimo de éxito.
M.

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